Decía mi abuelo Quiles que en esta vida no hay que ir en busca de nada, que lo que ha de venir lo hace solo. En verdad, la vida tuvo con él un trato especial: nació a finales del siglo XIX y se le concedió el don de ser anciano solo un mes en sus noventa y siete años, así que experiencia tenia de sobra.
Cuando he ido avanzando por mi senda en la vida he podido comprobar que sólo lo era cierto en parte pues, como cualquier cuestión, tiene sus matices: para conseguir tus propósitos debes avanzar hacia ello e ir preparando el camino, a veces de forma consciente, mezclando ingredientes como en un buen puchero de caparrones, tan ricos en nuestra zona; y otras, sin que uno lo sepa, tomando decisiones que hacen del destino responsable de nuestras vidas.
En próximos días recibiremos la estación que asociamos al renacer de la vida: la primavera. Esta vez para mi será diferente. Durante los últimos dos años he tenido en mente una idea que con el transcurso de los días iba cobrando mas forma. Fueron añadiéndose esos ingredientes necesarios para el puchero y llegando situaciones que propiciaron mi objetivo.
Es curioso cómo sin proponerlo, mi proyecto comenzará a desarrollarse (siempre con la máxima “si Dios así lo quiere”) también en primavera.
En La Rioja, sobre todo en mi ciudad, cualquier acontecimiento se relaciona con la viña o su fruto: el vino. Así que cuando a finales de febrero oí a los agricultores “ya están llorando las viñas”, hice la similitud con mi proyecto.
Después de la vendimia hay unos meses en los que la vida parece que descansa y toma fuerzas. Los agricultores, tranquilos de tener la uva en sus bodegas después de meses de duro trabajo, ocupan su tiempo en labores más livianas en espera de la poda. Las cepas, aliviadas al quitarles el fruto, cambian el color de sus hojas de verde a naranjas y amarillos, hasta caer a la tierra y quedar desnudas. Los viñedos, desprovistos de su forraje, muestran los sarmientos extendidos hacia el cielo como queriendo alabar la cosecha reciente.
Llegan meses fríos, de recogimiento, en los que la savia desciende a las raíces de la cepa para que la mano experta del podador retire los sarmientos viejos con sus cortes precisos y deje los nuevos para comenzar el ciclo. Son heridas necesarias para rejuvenecer la viña.
Cuando los días comienzan a ser más largos y el sol va calentando poco a poco la tierra, esa savia escondida despierta y comienza su recorrido vital por toda la planta iniciando así su actividad vegetativa. De esta forma llega a las heridas de la poda y las cicatriza, siendo como unas lágrimas que las cubren.
El lloro de la vid es la señal que indica el comienzo de una nueva producción vinícola. El despertar después del parón del invierno, y que junto a otras señales de la naturaleza nos avisan de la llegada de la primavera.
Si paseamos en estos días por los campos de La Rioja podemos observar cómo, salpicados entre la tierra que parece aletargada, se entreveran los almendros en flor creando estampas de gran belleza. En contraste con los desnudos brazos de las cepas se ven los colores blancos y violetas de las flores que adornan estos árboles y que pregonan que llegan días más largos y menos fríos.
A finales de febrero del pasado año pude adquirir el edificio que siempre había tenido en mente para instalar los apartamentos turísticos en Cenicero, mi ciudad.
Desde que recuerdo veía esa casa grande, con sus balcones de hierro forjado y los desconchones en la pared que permitían adivinar el esplendor de otro tiempo con fachadas en piedra y que estaba al comienzo de la cuesta que nos permitía llegar al paraje de “la Majadilla”. ¡Qué vistas tan espectaculares de toda la ciudad de Cenicero!. Cuantas tardes de verano jugando por esos campos y bañándonos en el canal…
Desde su situación privilegiada frente a Bodegas Riojanas, al comienzo del puente sobre el barranco donde se asentó el primitivo Cenicero, se alza desde 1900 como un centinela entre la ciudad vieja y la nueva que se ha ido extendiendo hacia la antigua estación de tren, la casa llamada de “los Olano” por ser ese el nombre de la familia que la construyó y donde vivieron varias generaciones.
Y en esta primavera podremos ver como esa casa, ya recuperado su aspecto original y embellecida con la restauración, alberga los apartamentos que hemos hecho realidad gracias a la ilusión y esfuerzo de muchas personas que me han acompañado en esta aventura.
Cuando escuché la frase que antes os he mencionado pensé que también para mi comenzaba un nuevo ciclo y que, como en el resto de Cenicero, con la primavera comenzaba a brotar mi viña.
Estaré encantada de recibiros en mi ciudad y en la casa de “los Olano” para que comprobéis en persona lo que os he descrito y podáis ver que “ya están llorando las viñas” en
1 comentario
26 Jul 2020
Lidia Olano Sedano
Gracias, Soraya, por la mención al origen de la casa de mis abuelos, tíos, y demás familia, como el antecedente de lo que espero, hoy sea para tí el éxito de la gran ilusión con la que has comenzado tu negocio.